Redes Sociales


Erika Tamaura

Acumular

Lo mismo de siempre.

Por Erika Tamaura. IG & X: @erikatamaura

Esta es quizá la columna que más tiempo me ha tomado concretar. La inicié el pasado mes de enero y la “terminé” pero nunca la envié para publicarse porque no sentí eso que según se siente cuando se quiere hacer algo que a una le gusta: el impulso y las ganas… más bien sentí temor y desidia. Dicen que para hacer las cosas se ocupa más de disciplina que de ganas, pero a mi me gusta sentir las cosquillas de la emoción. No sé si también les pasa, pero de un tiempo para acá, me he sentido medio incompetente respecto a mis anhelos y productividad y se me junta con las cosas de la casa, la rutina, la vida, los hijos, el trabajo y la existencialidad. Estas crisis intermitentes se están convirtiendo en temporadas recurrentes. Afortunadamente, escribir me salva.

Durante este tiempo que estuve ausente sin escribir (bueno, a veces escribía pero no era constante) me puse a arreglar mi pasado. Con la intención de reencontrar esas cosquillas intenté poner en orden mi línea del tiempo personal y empecé a analizar portafolios de artistas y páginas web de otras personas creativas, ya no desde el punto de vista de una gestora cultural, sino para reconocerme también yo como creativa y volver a enamorarme de mi misma. Entonces sucedió la magia.

Al buscar en mis archivos, pude observar todo lo que había hecho y lo que no en estas últimas décadas. Pude ver  todas las cosas acumuladas que tenía en redes sociales antiguas, blogs, carpetas de fotos, audios, proyectos… y recordé mi pasión por hacer que cada momento tuviera un sentido en la narrativa de mi rutina. Me dio ternura y orgullo. Yo acumulaba cosas pero las iba compartiendo con todos en el proceso: si me comía una nieve les contaba lo deliciosa que me supo y si veía una exposición de arte, les mostraba los detalles que yo encontraba. Compartía los sonidos de la lluvia y el café que me tomaba. Yo acumulaba, pero acumulaba públicamente. Acumular para mí, era una forma de comunicarme con el exterior y darle sentido a las horas. Este proceso de volverme a enamorar de mi misma me tomó cinco años y se aceleró en la primera parte de este 2025.

Bastó una noche de año nuevo de esas que te hacen culpar hasta tu sombra para darme cuenta de lo que yo había acumulado pero de manera privada. No sabía hasta dónde había llegado mi límite de almacenamiento con todo lo que hice implosionar. Lo que no compartía, lo que me dolía pero no decía, los límites que crucé y todo aquello que no encontraba salida terminó por alimentar a uno de mis más poderosos monstruos. Las cosas sutiles, invisibles y negadas, se convirtieron en bombas nucleares. Mi mente al igual que mi organismo, produjo todo tipo de defensas y refugios, entre ellas: la negación.

Negarme a mí misma fue lo primero que hice en este proceso de acumulación silenciosa. Creí que acumular representaba todo lo que somos y/o lo que nos gusta, pero también es todo lo que no nos atrevemos a filtrar o tirar o elegir. La nostalgia o la culpa nos incapacita para poder seleccionar qué se queda y qué se va, qué se necesita y qué ya no nos vamos a volver a poner no importa cuánto queramos entrar en esos pantalones de nuevo. Así que me descubrí negándome en lugar de aceptar que uno cambia, que la vida cambia, que todo cambia. Pensé en cuánto tiempo había sufrido queriendo ser la misma de antes omitiendo honrar los episodios que me fueron cambiando. Entonces tomé mis viejos pantalones y los doné. Algunos podrán pensar que una talla se puede convertir en una meta, en unas ganas de adelgazar, en una motivación. Pero al menos para mí, se vuelve en una mirada que me juzga y me hace sentir mal cada día que no avanzo para concretar ese objetivo. Una cosa es querer entrar en una talla y otra privarse del presente por obsesión del pasado. Una cosa es que la talla sea un pretexto y otra que se convierta en una prisión. Y ojalá todo fuera tan sencillo como dejar ir una talla de pantalón (note el sarcasmo de esta línea porque el peso, como el dinero, se trata de todo menos del peso y del dinero).

Hoy estoy en la frontera de los significados: siento que acumular cosas representa un desfile de mis debilidades pero también sé que acumular puede mostrar el salón de la fama de mi vida. Acumular puede ser tan negativo como positivo.

En la columna que se quedó en la carpeta de mi antigua computadora (ah, porque les escribo desde mi nueva computadora) les ofrecía un tour por todas aquellas cosas materiales que solemos acumular y sobre el proceso personal de hacerlo.  Les hablaba de Marie Kondo y de la cochera de mi mamá. Esa columna se ha quedado acumulada en la pila de archivos de mi vieja computadora a la antigua, en un archivo fijo de Word. Este nuevo texto lo escribo hoy desde mi nueva computadora, desde Google Drive, porque si vamos a seguir acumulando, que sea con elasticidad y portabilidad.

Estoy muy contenta de estar de vuelta con ustedes y nos vemos cada viernes para contarnos cosas desde lo mismo de siempre.

Con amor,

Erika.

Crédito de imagen: “The Pile”, 2014.  Instalación. Jonas N.T. Becker. Fotografía: Jeff McLane

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Erika Tamaura

The Life of a Showgirl (Erika’s version)

Lo mismo de siempre

Por Erika Tamaura 

IG & X: @erikatamaura 

“I’m married to the hustle, sequins are forever.”

-Taylo Swift, The Life of a Showgirl. 

En mis veintes, esa etapa en la cual uno lo puede todo y lo anhela todo (al menos en intención) sucedieron la mayoría de las cosas que me definirían como profesionista y ser humano. Una de esas cosas fue el presenciar en primera fila desde mi trabajo en la universidad un desfile interminable de personas que nos traían constantemente conocimiento sobre diversos temas, tendencias de trabajo desde la academia, investigaciones sociales y todas esas maneras extraordinarias que una como hija de pueblo pequeño recibe como si fuesen especias exóticas traídas desde un nuevo mundo. Esa década de mi vida sentaría las bases de mi obsesión por llegar a ser una de esas personas, llevando y trayendo objetos brillantes, descubrimientos, palabras de aliento y brújulas para los demás. Estudié mi maestría y me dediqué a tratar de acumular lo más que cupiera en mis bolsillos sobre teorías y prácticas de campo. Yo deseaba ser aquella persona al frente de la audiencia para decir lo que pensaba o lo que había trabajado sobre temas tan deslumbrantes como el desarrollo cultural. 

La vida no me daría la oportunidad hasta 20 años después. Y yo me frustré en el camino. Yo estaba más que lista según mis estándares y esa contención de energía me llevó a hacer catarsis haciendo, haciendo y haciendo. Como yo no era la que estaba al frente, me dediqué a materializar mis ideas: hice, hice e hice. Me la pasaba haciendo. Hasta que fue el momento de parar y comprender que el no producir no era sinónimo de fracasar. Entonces entré en un universo paralelo de reflexión, memoria, replanteamiento, vértigo y en una espiral de cuestionamiento constante acerca de mis capacidades y si de verdad mis intereses del pasado tenían un futuro o si realmente era momento de olvidar lo que en mis veintes había encendido mi corazón.  

Descubrí entonces que mi universo paralelo no era tan paralelo y que mi vértigo realmente era mutación… cuando este año comenzaron a apilarse una sobre otra todas las cosas positivas que yo había anhelado desde mi espíritu de gestora cultural al inicio de mi carrera me pregunté: ¿por qué ahora? ¿por qué en este momento? ¿por qué cuando parece que no tengo nada que ofrecer las circunstancias me ponen en la plataforma que yo había admirado y buscado tanto en mis inicios? al parecer, salir de un proceso de reinvención atrae este tipo de sucesos. 

Entonces, les doy la bienvenida al “Tamaura Eras Tour” de mi vida. Este año fue un guiño maravilloso sobre el compromiso y las implicaciones que conlleva transformarse en la promesa de tu propio salto cuántico. Debo decir que si soy justa con el guión de mi vida hasta el momento, este era el paso obvio y no lo digo con falso orgullo o pretensión, más bien, desde un lugar de fe sabiendo que el  trabajo y las redes que uno construye de buena voluntad siempre encuentran resonancia entre los lugares, las personas, los proyectos… ya sea en el tiempo que uno quisiera o cuando no haya lógica para ello. 

Les escribo cerca de que este año tan increíble para mí termine, con el horizonte lleno de posibilidades y compartiendo unos apuntes personales que he guardado en esta temporada para todas las showgirls que al igual que yo están dándolo todo en el escenario:

  • No hay que desesperarse esperando el spotlight. A veces caminar con perfil bajo aporta de gran manera al proceso de consolidación. 
  • Viajar es cansado, no es esa foto estética del café en el aeropuerto junto al boleto de avión, Es más bien incómodo y nos mantiene en constante estado de alerta. Viajar requiere un estado mental y físico de flexibilidad y adaptación. Ten eso en cuenta cuando las cosas nos salgan como deseas. El músculo de la flexibilidad es un requisito al igual que el pasaporte. 
  • No descuides el lugar al que regresas después del show. Por más que sientas apoyo incondicional de parte de pareja, tu familia y tu hogar, no olvides que ellos también sienten, te extrañan y el irte al ruedo representa un esfuerzo para ti y para ellos. 
  • La salud es el mejor vestido de lentejuelas. De nada sirve que tengas agenda llena y muchos eventos que atender si tu salud no responde. Con la mirada extra fija en lo que tu cuerpo te pida o demuestre, toma conciencia que conforme avanza la edad, ya una no se sobrepone tan pronto ni tan bien del jetlag, de los horarios y del estar dándote constantemente a la gente. 
  • No es el previo lo importante, no es el marketing, no es la promoción antes del evento. Yo había olvidado lo que significaba que se abriera el telón y la sensación de estar al escrutinio del público. Toma tu tiempo (yo diría bastante tiempo) en prepararte para el show. La frescura de la improvisación se va secando con los años y la experiencia. En lo personal, ahora encuentro seguridad y templanza en tener un plan ensayado y todo bajo control o al menos, poner el esfuerzo y concentración en intentarlo. 
  • Y esta última nota que leí en un post de Facebook: para inspirar a otros, no les muestres tus súper poderes, muéstrales los suyos. 

Viene una etapa para mí de volver a los escenarios pero ahora desde un ángulo en el que pareciera que tengo mucho que contar porque soy lo que soy, pero realmente me he convertido en lo que soy por las personas que han sido parte de mi historia y es que si hay algo que yo pudiera ofrecer en estos momentos de mi vida, es precisamente por las personas que sostienen una rutina conmigo y me centran en una realidad que me permite ver las cosas de manera objetiva. Soy lo que soy porque cuando la vida me dio lecciones de humildad negándome lo que yo quería me concentré en dar, ayudar, construir, mover, unir. 

Recibo el contrato de esta nueva etapa con ataques de ansiedad e inseguridades más que con confeti y luces… porque ahora estoy consciente de lo que implica el tener algo que decir y del compromiso de ser una showgirl… ¿Cómo podríamos pararnos frente a otros y entretener o guiar a lo que sea que haya que ser guiado sin esa veneración y valoración de las tablas que se pisan? La coherencia de vivir lo que uno predica es el mayor show que se pueda dar a este público lleno de expectativas… así que… “Thank you for the lovely bouquet”. 

Con amor, 

-Erika. 

P.D. Originalmente andaba buscando una imágen con plumas y lentejuelas para acompañar esta columna, pero dado la reciente viralidad del Louvre, pensé que no habría mejor showgirl para ilustrar este texto. 

Crédito de foto: “The Four Mona Lisas”, 1978, Andy Warhol. 

The Andy Warhol Foundation for the Visual Art, Inc. 

https://www.artic.edu/artworks/229361/four-mona-lisas
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Erika Tamaura

Segundos aires

Lo mismo de siempre

Por Erika Tamaura 

IG & X: @erikatamaura 

“Los vientos traen cambio, conocimiento y nuevas ideas 

a aquellos que están preparados para escuchar.”

-Jonathan Jones

Habría que ser sensible al cambio de nuestros tiempos personales. Habría que pararse al filo del acantilado (con o sin pánico) y sentir el aire del horizonte empujarte. Habría que encarar el viento. 

Existen momentos en los que hay que quedarse quieta y otros en los que solo hay que extender las alas y dejarse llevar por el viento que arrastra las hojas, el polen y el fuego. Medir el viento debería ser una de las clases que se ofrecen en las universidades en la que nos pudieran enseñar acerca de los cambios de velocidad de nuestros proyectos personales y tener cronogramas para poder planear los altos, las pausas, las aceleraciones y los saltos de distancia únicamente con sentir el viento. 

Hace poco, antes de que el mundo parará por completo, tuve un cambio de aires. Decidí seguir la dirección a la que el viento me estaba empujando hacia nuevos ajustes de vida y hoy, después de una larga y compleja pausa, me encuentro en este acantilado experimentando todo al mismo tiempo: nauseas, ansiedad, adrenalina, emoción, duda, destino, agruras, insomnio, presión arterial alta, nostalgia, entusiasmo, miedo, nervios, alegría, expectativas, alucinaciones y manos sudorosas. El segundo aire que estoy apunto de experimentar en mi vida no es más que el producto de un sueño egoísta que se transformó en la razón para contribuir a que otras luces se enciendan. Estos nuevos aires pudieran significar apenas un pequeño soplo para algunos, pero en mi rostro se sienten como un huracán. 

No siempre las ganas que suceden y renacen de los segundos aires vienen con fuegos artificiales. No siempre la emoción de un nuevo proyecto o etapa se siente como un romance de adolescentes. A veces el cansancio y la cautela también es una forma de recibir las nuevas cosas y en una manera de administrarnos frente a los nuevos impulsos que nos brinda la vida. Antes de escribir esta columna, leí una frase en Instagram que decía: “Si todo lo que hubieras soñado hasta el día de hoy llegara en este momento en tu vida… ¿tendrías el espacio en ella para recibirlo?”

Los segundos aires pueden sentirse como un golpe brusco o como una lógica en la trayectoria de nuestros anhelos derivada del esfuerzo, la suerte, el trabajo o la pasión, pero a veces, los segundos aires no tienen que presentarse como un estruendo o como chispas de electricidad… para mi por ejemplo,  estos segundos aires se sienten como una suave brisa, un murmullo con la temperatura exacta para apenas ser notada por el alma sedienta de las promesas de la juventud. 

Con amor, 

Erika. 

Crédito de foto: 

Untitled (giran), 2018. Instalación de arte por Jonathan Jones. 

Una obra que sugiere un mapa dónde se intersectan las corrientes de vientos, evocando pájaros en vuelo y conocimiento, cambio y nuevas ideas circulando por encima de nuevas cabezas. 

Tomado de: https://www.qagoma.qld.gov.au/stories/jonathan-jones-creates-spectacular-installations-australia/ 

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Erika Tamaura

Restaurar

Lo mismo de siempre

Por Erika Tamaura 

IG & X: @erikatamaura 

“Volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía.” 

-Real Academia de la Lengua Española (RAE)

En estos últimos años, mis vacaciones de verano se han tratado más sobre el ir al pasado que ir hacia nuevos lugares. Hace 6 años me mudé a Texas y durante los primeros años se juntó la pandemia con mi proceso de migración, luego la vida de familia, la etapa pre-universitaria de mi hijo y desde entonces, han sido poco los veranos en los que he tenido oportunidad de volver a Obregón  a la casa de mi mamá, con mi pasado.

Han sido muchas las cosas que se han movido en mí al tener el alma dividida entre dos países, dos mundos y dos dimensiones: por un lado, la nueva rutina que sigue desplegando sorpresas y retos a cada paso en un territorio con las complejidades culturales que implica hoy la frontera sur de Estados Unidos en un universo mega-multi-inter-cultural como Houston; y por el otro, regresar por temporadas a la mesa de la cocina de mi madre, mi cuarto, mis tías/os, mis amigos/as, mi pasado. 

Sin duda, regresar al pasado por mis vacaciones implica por supuesto sentir el estado de las cosas, pero ahora desde el personaje de observador… en el mejor de los casos, como observadora activa, pero desde lejos. Ya no se es un engrane en la maquinaria diaria, es decir, sigues siendo un engranaje importante, pero el sistema sigue sin tí y eso es muy interesante de sentir, por no decir desconcertante. Uno de esos casos que he experimentado ha sido volver a la universidad donde trabajé tantos años de mi vida y en la que dejé tantas cosas de mí, el lugar y las personas que me hicieron ser lo que soy profesionalmente y en dónde aprendí tantas lecciones de vida… dentro y fuera del escritorio. Pisar el suelo del lugar en el cuál pasaba todo mi tiempo y que edificó mis sueños ahora con otros zapatos, pega duro. 

Uno de los capítulos más significativos para mí cuando trabajé en ITSON fue en dónde entra a escena el Maestro Arteche. Esa parte de la serie de mi vida merece una columna aparte y se las contaré próximamente, pero para darles un adelanto, ese capítulo trajo a la hija del maestro a mi historia: Alina. Long story short como dicen acá, ella es hoy una de mis mejores amigas. 

El 8 de julio fue el natalicio del Maestro Arteche y este 11 de julio ITSON inicia las celebraciones de su 70 aniversario con una frase muy poderosa: “Memoria que inspira a trascender”. Entre esos polos de energía, el jueves 10 de julio hubo una rueda de prensa sobre el arranque del proceso de restauración del mural:  “Evolución Mística del Hombre Venado” obra del Mtro Arteche ubicada en el Teatro Dr. Oscar Russo Vogel. Y ahí estaba yo: sentada en mi pasado y escuchando con el corazón la clase magistral que daba el equipo a cargo del proceso por parte de la Escuela Nacional de Conservación y Restauración y Museografía “Manuel Castillo Negrete” (ENCRyM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) sobre los pasos para restaurar una obra mural de esta naturaleza. Algunos medios de comunicación preguntaron cuánto dinero, cuánto tiempo, cuánta gente, cuántos mosaicos, por qué se había deteriorado, cuáles causas… pero lo que yo apunté fue esto:

  • El criterio que sigue la restauración es el respeto a la integridad de la obra del artista y el análisis para que la intervención honre lo más posible la obra original. Es importante además documentar todo el proceso y seguir un marco de lineamientos. 
  • Un año antes de llegar a trabajar en la obra, se hizo un diagnóstico de las condiciones del mural y de la estructura: dónde estaba el problema, las grietas y las fracturas. Al parecer, hubo una fisura en la superficie que sostiene la obra y por ahí iba entrando humedad y se fueron botando y empujando los mosaicos. Al irse introduciendo el agua en la herida con el paso del tiempo se fue disolviendo el mortero que los unía. 
  • Al tener el diagnóstico, se puede determinar una metodología de trabajo, lo que implica hacer pruebas y experimentos, además, en este caso por varios indicadores externos, se determinó que el proceso se desarrollará en varias fases, es decir, no queda a la primera, debe haber un seguimiento. 
  • Es necesario clasificar y limpiar los mosaicos a utilizar para reemplazar los faltantes. En este caso se encontró al mismo fabricante del material original, pero el modelo usado ya estaba descontinuado, así que se tuvo que comprar el nuevo modelo y ajustarlo, lo cual implicó rebajar el material y el soporte  para que pueda quedar en el mismo plano y no resalte. 
  • La misma obra plantea el tiempo de restauración. 
  • Esta es una segunda restauración, ya había ocurrido una en el año 2000. 

Quise compartirles mis notas sobre este proceso porque mientras escuchaba, pensaba en cómo esto no era tan diferente de lo que muchas de nosotras tenemos que hacer para restaurarnos a nosotras mismas después de ciertas temporadas y cómo a veces sufrimos por lo que se ha perdido o las fracturas que van ocurriendo en el camino. No somos diferentes a una obra de arte: nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra historia, nuestras relaciones, nuestro lugar en el pasado o el lugar que ocupa el pasado en nosotras es una obra preciosa en sí misma. Restaurar implica observar y tener el valor de decir en dónde está la herida y qué tan grave es, no para lamentarnos eternamente sino para saber lo que se ocupa para repararla. Necesitamos tiempo. Necesitamos una atención con pulso artesanal, dedicada, con fe de que cada pequeña tarea aplicada aporta a la gran configuración de nuestra obra. Entender que a veces no vamos a poder conseguir ni las piezas originales ni vamos a poder resarcir algo a cómo lo habíamos encontrado, recibido o experimentado al inicio, pero es igual de valioso el buscar reemplazos y ajustarlos, porque eso también se puede y es válido. Nadie te va a decir cuánto tiempo va a durar tu restauración, no puedes apurar el proceso y lo más importante, puedes restaurarte las veces que sean necesarias. Trabajar en restaurar la historia que nos contamos desde nuestro pasado puede ser una gran manera de invocar el futuro. 

Con amor, 

Erika. 

Crédito de foto: ENCRyM-ITSON

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