Con la plantación de 20 mil árboles y arbustos nativos dentro de su campus universitario, la Universidad de la Sierra (Unisierra) llevó a cabo la siembra del primer bosque Miyawaki en la región serrana de Sonora.

La iniciativa, respaldada técnicamente por la asociación civil Estampa Verde, tiene como objetivo demostrar que es posible restaurar ecosistemas en espacios reducidos mediante un diseño hidrológico que favorece la infiltración de agua y la recuperación del suelo.

El rector de la Unisierra, Juan Carlos Avilés Miranda, detalló que entre las especies sembradas se encuentran bagote, tepehuaje, mezquite, ocotillo, palo dulce, yuca de montaña, palo verde y agave, además de la reubicación de hierbas propias de la región.

El método Miyawaki, aplicado de manera participativa con estudiantes y docentes, consiste en intensificar la siembra en áreas pequeñas para acelerar los procesos de sucesión natural y fomentar la cooperación entre especies. Más que una reforestación, se trata de la creación de un bosque integral, capaz de mejorar la biodiversidad y fortalecer la resiliencia climática.

La jornada contó con la participación de la comunidad universitaria (estudiantes, docentes, personal administrativo y sindicato), así como con el apoyo de habitantes de Moctezuma, productores del programa Sembrando Vida, el ayuntamiento y personas voluntarias, quienes colaboraron en el diseño, la preparación del terreno, la plantación y los compromisos de monitoreo.

Con este proyecto, la Unisierra da inicio a su programa Campus Verde, consolidándose como un referente regional en restauración ecológica basada en ciencia y trabajo comunitario. La siembra de 20 mil árboles nativos representa un avance significativo en la captura de carbono, la retención de humedad y la recuperación funcional del paisaje serrano.

Investigadores canadienses confirmaron un caso excepcional de adopción entre osos polares, un fenómeno del que solo se han documentado 13 registros en más de cuatro décadas de observación científica. El hallazgo fue realizado durante labores de seguimiento a una osa en el Ártico de Canadá.

Evan Richardson, especialista del Ministerio de Medio Ambiente de Canadá, explicó que el equipo había observado a la hembra meses atrás al salir de su guarida acompañada únicamente por una cría, la cual portaba un collar GPS, un método habitual para monitorear a estos mamíferos. Sin embargo, en una revisión posterior realizada en noviembre, los investigadores detectaron la presencia de un segundo osezno que no contaba con marcas de identificación.

El monitoreo satelital y las observaciones de la organización Polar Bears International confirmaron que la osa mantuvo a ambas crías bajo su cuidado durante varias semanas, lo que permitió establecer que se trataba de un caso de adopción. Material audiovisual captado por los especialistas muestra a los oseznos desplazándose sobre la nieve mientras la madre permanece atenta a su alrededor.

De acuerdo con los expertos, las crías tienen entre 10 y 11 meses de edad y se prevé que continúen junto a la osa hasta aproximadamente los dos años y medio, como ocurre en el desarrollo normal de la especie. Aunque se desconoce el destino de la madre biológica del osezno adoptado, los investigadores subrayaron que contar con protección materna incrementa significativamente las probabilidades de supervivencia de la cría hasta la edad adulta.

El comercio internacional de mantarrayas, tiburón ballena y tiburón oceánico quedó prohibido después de que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) aprobó su inclusión en el Apéndice I, categoría que restringe por completo su tráfico con fines comerciales.

La decisión, tomada durante la Conferencia de las Partes en Samarkanda, Uzbekistán, responde al riesgo crítico que enfrentan estas especies por la pesca excesiva y el comercio ilegal.

Mientras la transferencia de la mantarraya y el tiburón ballena se aprobó por consenso, la del tiburón oceánico de puntas blancas requirió votación.

En el encuentro internacional participan delegados de más de 170 países, quienes evalúan medidas para frenar la explotación de especies amenazadas y mantener prácticas sostenibles.