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Erika Tamaura

Estructuras, parte 2. (Con amor para los/as maestros/as)

Lo mismo de siempre.

Por Erika Tamaura (@erikatamaura en Twitter)
 

Soy maestra. Al menos eso me gusta pensar. He idealizado en mi cabeza el hecho que parte de mi vida signifique algo para alguien más desde mi utopía laboral. La gestión cultural me ha hecho vivir en un mundo romantizado en el que entre más exótico y surrealista seas con tus palabras y acciones, bañada de creatividad y rebeldía ante el sistema, más importante, más reconocida, más admirada, más coherente y atractiva te vuelves. Luego, entré al sistema educativo de Estados Unidos y ahí me topé con pared.

Si han visto la serie “Andor”, esa de Star Wars con el Diego Luna que uno dice “¿Y éste qué está haciendo aquí?, déjeme le doy unos breves spoilers para llegar a lo que les quiero decir. Andor es un personaje que es criado desde pequeño por una mujer rebelde contra el imperio por un accidente. Él no pidió ni buscó eso, simplemente sucedió por el destino. Cuando Andor crece, obviamente permeado por toda la filosofía de su madre, se convierte en una pieza central contra el sistema ayudando a robar los planos del arma central del enemigo. Pero para esto, Andor pasa muchas aventuras sufriendo en carne propia los efectos del imperio. Para el heroico desenlace, nuestro protagonista necesitó tomar una decisión: seguir sus instintos y desafiar las reglas de la alianza rebelde, o sea en lo que él había invertido tiempo, fe y corazón.

Para rebelarse contra el sistema, primero uno tiene que conocer y haber vivido el sistema. Sobre todo haber sido afectado por él. Es en este momento mientras le escribo mi mente hace “clic” y me encuentro a mí misma replanteándome una nueva programación después de un largo camino de tensión, dolor e incomodidad personal respecto a mi filosofía como maestra en un nuevo territorio y nuevas reglas. México es un país que necesita motivar a sus alumnos a desear, a buscar, a atreverse, a salir de la caja; Estados Unidos es un país que requiere cuadrar, alinear, estructurar y marcar límites ante su gran diversidad. Para lograr equidad, se necesitan reglas y estructuras. La diferencia necesita un piso firme que todos podamos entender.

Mientras en México intentamos que nuestros alumnos aspiren a algo más en sus vidas fuera de la pobreza material y mental que nos han vendido sexenio tras sexenio, Estados Unidos busca que sus estudiantes puedan seguir reglas y estructuras porque esa es la base del negocio. Mientras que en México es más accesible tener un doctorado patito pero a final de cuentas “doctorado”, en Estados Unidos el grado 12 (terminar High School) es para muchos lo más que pueden lograr porque la vara de la universidad la elevan mucho entre los costos y los requisitos. Entonces, el sistema K-12 es el único momento que este país tiene para lograr los ciudadanos que necesita para la base genérica, y ese camino está lleno de estructuras y recetas… en un país tan poderoso como Estados Unidos, la educación superior no está tan al alcance como en México (jamás pensé que algún día diría eso).

Si usted ha leído hasta aquí, pensará que estoy criticando el sistema estadounidense, y no, al contrario. Hoy pienso que es un sistema inteligente, bien aceitado y de control necesario. Hasta medio lo admiro en ciertos aspectos. El sistema de educación pública es una chulada aquí. Infraestructura de primer nivel, equipamiento, recursos, todo.. y cuando digo todo es todo. Sin embargo hay una gran crisis de falta de personal para laborar. Los maestros que venimos de otros mundos, nos tenemos que replantear nuestra programación y convertirnos en entrenadores más que en tutores. Me ha costado muchas lágrimas adaptarme a esta nueva estructura y ver mi personaje de maestra desde otra perspectiva. Sin embargo, estoy dedicando bastante tiempo en comprender el juego y en el camino voy dejando pequeños desajustes escondidos que espero algún día mis alumnos descubran con el mensaje de que para rebelarse contra el sistema, primero tienen que conocerlo. Soy afortunada de estar conociendo este sistema. He aprendido muchas cosas y creo que tiene muchas fortalezas, pero extraño mucho mi dinámica como maestra en México.

Este texto no es para comparar. Es para intentar mostrar mi admiración a todos los maestros y maestras que a pesar del sistema (cualquiera que este sea) lo dan todo por su vocación. Porque el monstruo al que deseamos combatir es el mismo que nos da de comer. Mantener la fe en la utopía es un acto de valentía. Creer que estamos haciendo una diferencia nos mantiene de pie, así que reflexionar sobre estructuras en nuestras vidas es necesario, porque para romperlas hay primero que reconocerlas.

La foto que acompaña esta columna, es un dibujo de una mariposa por un alumno de kínder de la escuela Andre Elementary de CFISD.

  • Música para la semana: Lo Fi Meditation Playlist
  • Hay que poner atención a: Día del Maestro (15 de mayo), Día de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información (17 de mayo), Día Internacional de los Museos (18 de mayo) Día de la Diversidad Cultural (21 de mayo).
  • Si notas que algo está muy intenso es porque: Mercurio arranca directo,  Júpiter entra en Tauro, hay luna nueva en Tauro, termina la temporada de eclipses, el sol entra en Géminis y hay una gran cuadratura fija. Es una semana para notar esas coincidencias que parecen coincidencias pero que son productos de nuestros ritmos y decisiones. 
  • Chiste de la semana: Para quiénes se quejan de que las mujeres somos dramáticas.

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Erika Tamaura es gestora cultural, maestra, migrante y periodista cultural.

Podcaster en Capuccino Radio y blogger en Sobre las horas.

Originaria de Ciudad Obregón, Sonora, México. Radica desde 2019 en Houston, Texas, Estados Unidos.


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Erika Tamaura

Segundos aires

Lo mismo de siempre

Por Erika Tamaura 

IG & X: @erikatamaura 

“Los vientos traen cambio, conocimiento y nuevas ideas 

a aquellos que están preparados para escuchar.”

-Jonathan Jones

Habría que ser sensible al cambio de nuestros tiempos personales. Habría que pararse al filo del acantilado (con o sin pánico) y sentir el aire del horizonte empujarte. Habría que encarar el viento. 

Existen momentos en los que hay que quedarse quieta y otros en los que solo hay que extender las alas y dejarse llevar por el viento que arrastra las hojas, el polen y el fuego. Medir el viento debería ser una de las clases que se ofrecen en las universidades en la que nos pudieran enseñar acerca de los cambios de velocidad de nuestros proyectos personales y tener cronogramas para poder planear los altos, las pausas, las aceleraciones y los saltos de distancia únicamente con sentir el viento. 

Hace poco, antes de que el mundo parará por completo, tuve un cambio de aires. Decidí seguir la dirección a la que el viento me estaba empujando hacia nuevos ajustes de vida y hoy, después de una larga y compleja pausa, me encuentro en este acantilado experimentando todo al mismo tiempo: nauseas, ansiedad, adrenalina, emoción, duda, destino, agruras, insomnio, presión arterial alta, nostalgia, entusiasmo, miedo, nervios, alegría, expectativas, alucinaciones y manos sudorosas. El segundo aire que estoy apunto de experimentar en mi vida no es más que el producto de un sueño egoísta que se transformó en la razón para contribuir a que otras luces se enciendan. Estos nuevos aires pudieran significar apenas un pequeño soplo para algunos, pero en mi rostro se sienten como un huracán. 

No siempre las ganas que suceden y renacen de los segundos aires vienen con fuegos artificiales. No siempre la emoción de un nuevo proyecto o etapa se siente como un romance de adolescentes. A veces el cansancio y la cautela también es una forma de recibir las nuevas cosas y en una manera de administrarnos frente a los nuevos impulsos que nos brinda la vida. Antes de escribir esta columna, leí una frase en Instagram que decía: “Si todo lo que hubieras soñado hasta el día de hoy llegara en este momento en tu vida… ¿tendrías el espacio en ella para recibirlo?”

Los segundos aires pueden sentirse como un golpe brusco o como una lógica en la trayectoria de nuestros anhelos derivada del esfuerzo, la suerte, el trabajo o la pasión, pero a veces, los segundos aires no tienen que presentarse como un estruendo o como chispas de electricidad… para mi por ejemplo,  estos segundos aires se sienten como una suave brisa, un murmullo con la temperatura exacta para apenas ser notada por el alma sedienta de las promesas de la juventud. 

Con amor, 

Erika. 

Crédito de foto: 

Untitled (giran), 2018. Instalación de arte por Jonathan Jones. 

Una obra que sugiere un mapa dónde se intersectan las corrientes de vientos, evocando pájaros en vuelo y conocimiento, cambio y nuevas ideas circulando por encima de nuevas cabezas. 

Tomado de: https://www.qagoma.qld.gov.au/stories/jonathan-jones-creates-spectacular-installations-australia/ 

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Erika Tamaura

Restaurar

Lo mismo de siempre

Por Erika Tamaura 

IG & X: @erikatamaura 

“Volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía.” 

-Real Academia de la Lengua Española (RAE)

En estos últimos años, mis vacaciones de verano se han tratado más sobre el ir al pasado que ir hacia nuevos lugares. Hace 6 años me mudé a Texas y durante los primeros años se juntó la pandemia con mi proceso de migración, luego la vida de familia, la etapa pre-universitaria de mi hijo y desde entonces, han sido poco los veranos en los que he tenido oportunidad de volver a Obregón  a la casa de mi mamá, con mi pasado.

Han sido muchas las cosas que se han movido en mí al tener el alma dividida entre dos países, dos mundos y dos dimensiones: por un lado, la nueva rutina que sigue desplegando sorpresas y retos a cada paso en un territorio con las complejidades culturales que implica hoy la frontera sur de Estados Unidos en un universo mega-multi-inter-cultural como Houston; y por el otro, regresar por temporadas a la mesa de la cocina de mi madre, mi cuarto, mis tías/os, mis amigos/as, mi pasado. 

Sin duda, regresar al pasado por mis vacaciones implica por supuesto sentir el estado de las cosas, pero ahora desde el personaje de observador… en el mejor de los casos, como observadora activa, pero desde lejos. Ya no se es un engrane en la maquinaria diaria, es decir, sigues siendo un engranaje importante, pero el sistema sigue sin tí y eso es muy interesante de sentir, por no decir desconcertante. Uno de esos casos que he experimentado ha sido volver a la universidad donde trabajé tantos años de mi vida y en la que dejé tantas cosas de mí, el lugar y las personas que me hicieron ser lo que soy profesionalmente y en dónde aprendí tantas lecciones de vida… dentro y fuera del escritorio. Pisar el suelo del lugar en el cuál pasaba todo mi tiempo y que edificó mis sueños ahora con otros zapatos, pega duro. 

Uno de los capítulos más significativos para mí cuando trabajé en ITSON fue en dónde entra a escena el Maestro Arteche. Esa parte de la serie de mi vida merece una columna aparte y se las contaré próximamente, pero para darles un adelanto, ese capítulo trajo a la hija del maestro a mi historia: Alina. Long story short como dicen acá, ella es hoy una de mis mejores amigas. 

El 8 de julio fue el natalicio del Maestro Arteche y este 11 de julio ITSON inicia las celebraciones de su 70 aniversario con una frase muy poderosa: “Memoria que inspira a trascender”. Entre esos polos de energía, el jueves 10 de julio hubo una rueda de prensa sobre el arranque del proceso de restauración del mural:  “Evolución Mística del Hombre Venado” obra del Mtro Arteche ubicada en el Teatro Dr. Oscar Russo Vogel. Y ahí estaba yo: sentada en mi pasado y escuchando con el corazón la clase magistral que daba el equipo a cargo del proceso por parte de la Escuela Nacional de Conservación y Restauración y Museografía “Manuel Castillo Negrete” (ENCRyM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) sobre los pasos para restaurar una obra mural de esta naturaleza. Algunos medios de comunicación preguntaron cuánto dinero, cuánto tiempo, cuánta gente, cuántos mosaicos, por qué se había deteriorado, cuáles causas… pero lo que yo apunté fue esto:

  • El criterio que sigue la restauración es el respeto a la integridad de la obra del artista y el análisis para que la intervención honre lo más posible la obra original. Es importante además documentar todo el proceso y seguir un marco de lineamientos. 
  • Un año antes de llegar a trabajar en la obra, se hizo un diagnóstico de las condiciones del mural y de la estructura: dónde estaba el problema, las grietas y las fracturas. Al parecer, hubo una fisura en la superficie que sostiene la obra y por ahí iba entrando humedad y se fueron botando y empujando los mosaicos. Al irse introduciendo el agua en la herida con el paso del tiempo se fue disolviendo el mortero que los unía. 
  • Al tener el diagnóstico, se puede determinar una metodología de trabajo, lo que implica hacer pruebas y experimentos, además, en este caso por varios indicadores externos, se determinó que el proceso se desarrollará en varias fases, es decir, no queda a la primera, debe haber un seguimiento. 
  • Es necesario clasificar y limpiar los mosaicos a utilizar para reemplazar los faltantes. En este caso se encontró al mismo fabricante del material original, pero el modelo usado ya estaba descontinuado, así que se tuvo que comprar el nuevo modelo y ajustarlo, lo cual implicó rebajar el material y el soporte  para que pueda quedar en el mismo plano y no resalte. 
  • La misma obra plantea el tiempo de restauración. 
  • Esta es una segunda restauración, ya había ocurrido una en el año 2000. 

Quise compartirles mis notas sobre este proceso porque mientras escuchaba, pensaba en cómo esto no era tan diferente de lo que muchas de nosotras tenemos que hacer para restaurarnos a nosotras mismas después de ciertas temporadas y cómo a veces sufrimos por lo que se ha perdido o las fracturas que van ocurriendo en el camino. No somos diferentes a una obra de arte: nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra historia, nuestras relaciones, nuestro lugar en el pasado o el lugar que ocupa el pasado en nosotras es una obra preciosa en sí misma. Restaurar implica observar y tener el valor de decir en dónde está la herida y qué tan grave es, no para lamentarnos eternamente sino para saber lo que se ocupa para repararla. Necesitamos tiempo. Necesitamos una atención con pulso artesanal, dedicada, con fe de que cada pequeña tarea aplicada aporta a la gran configuración de nuestra obra. Entender que a veces no vamos a poder conseguir ni las piezas originales ni vamos a poder resarcir algo a cómo lo habíamos encontrado, recibido o experimentado al inicio, pero es igual de valioso el buscar reemplazos y ajustarlos, porque eso también se puede y es válido. Nadie te va a decir cuánto tiempo va a durar tu restauración, no puedes apurar el proceso y lo más importante, puedes restaurarte las veces que sean necesarias. Trabajar en restaurar la historia que nos contamos desde nuestro pasado puede ser una gran manera de invocar el futuro. 

Con amor, 

Erika. 

Crédito de foto: ENCRyM-ITSON

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Erika Tamaura

Aventar(se)

Lo mismo de siempre. Por Erika Tamaura  IG & X: @erikatamaura 

Los impulsos andan muy cotizados en estos días en los cuáles la incertidumbre es la constante. Los saltos de fe, la adrenalina, los tiros de precisión, “jugársela”, seguir el instinto, han subido de precio recientemente. Ser una persona impulsiva está catalogado como algo exótico en algunos casos y en otros, indeseable. En lo personal, tengo categorías de mi vida en las cuáles me permito ser impulsiva, como por ejemplo: decir que sí a proyectos culturales (sin leer primero las letritas chiquitas); invitaciones a tomar café con mis amigas o personas con las que pueda pasar horas y horas platicando; comprar agendas y plumones de colores; justificarme sin que me pregunten y ordenar un quinto taco sin tener aún el plato vacío. 

El martes pasado mi esposo y yo fuimos al cine a ver la “última” película de “Misión Imposible». Para esto tuvimos un maratón en casa viendo todas las anteriores y quiénes me conocen saben que la comunicación y el marketing son unos de mis placeres culposos. Así que cada vez que podía ponía de fondo el tema de la película y veía las entrevistas de Tom Cruise sobre su narrativa de posicionarse como el actor que hace sus escenas de acción sin doble. Mi esposo, que no es tan fácil de convencer, me veía con cara de: “seguramente te la estás creyendo” y yo le pedía que tuviera fe en Hollywood, que era un momento dónde todos necesitábamos creer en algo y la industria nos estaba dando un símbolo. 

Quise jugar con el título de esta columna en infinitivo para recordar cuando hemos sido invadidos por esos impulsos que nos hacen aventar cosas materiales contra la pared o contra cualquier cosa o persona y de cuando hemos agarrado el valor o quizá no haber pensado bien las cosas y nos hemos aventado nosotros mismos hacia situaciones y escenarios… ya me dirán ustedes cómo les ha ido con esas aventadas, pero de entrada el “dejarnos ir” es, sin duda, una de las cosas que aprendemos a controlar desde la infancia y después, se vuelve una respuesta programada, aprendida y domesticada.

Quizá nunca haya mejor momento para aventarse que cuando así te lo indique tu sentido de equilibrio. Hay personas que al pie de un barranco su estómago los detiene y los jala hacia atrás en un acto de seguridad, hay otras que al contrario, eso mismo que les quita la respiración es la señal inequívoca para tirarse sin pensarlo dos veces. 

¿Cuántas veces te dijo tu mamá: “te vas a caer” cuando andabas jugando? y luego agregaba: “luego la que batalla es una que te tiene que curar las heridas y una es la que sufre por los hijos”. Esa programación sigue bien instalada en mi subconsciente y ahora me sorprendo aplicándola fielmente a mi hijo de 17 años y no porque yo así lo haya decidido, sino más bien porque me lo dijeron tantas veces que se volvió parte de mi narrativa personal. Tomar riesgos se volvió casi casi una prohibición porque arriesgarme significa la posibilidad de hacerle daño a alguien más, entonces dejé de pensar en mí y tomaba solo los riesgos calculados lo que definió mi camino me hizo ser quién soy (además de que nunca fui la más rebelde del grupo). 

Tom Cruise viene a vendernos la idea de que no importa el nivel de riesgo, siempre habrá alguien que lo salve, que lo resucite, siempre habrá alguien en quién él pueda confiar y por eso se avienta. Esa idea podría sonar aún más imposible en la realidad que el tratar de rescatar un disco duro en una bóveda de máxima seguridad en un  submarino en el fondo del mar de Bering mientras da vueltas antes de caer a un acantilado y salir de ahí hacia el mar congelado sin traje de buzo ni oxígeno, pero lo cierto es que si hay alguna misión imposible en estos días, esa es la de aventarse y estar seguros que alguien nos va a cachar. Quizá Tom Cruise no la tuvo tan imposible como nosotros la tenemos en el día a día: tomar riesgos y que alguien pueda estar ahí para ayudarnos podría ser menos creíble que brincar de un avión a otro en pleno vuelo y sin paracaídas. 

El crédito de foto es del artista Mark Bristol y uno de los diseños del Storyboard de la película: “Mission: Impossible, The Final Reckoning.”

Puedes ver más de su trabajo en su página:

http://markbristol.squarespace.com/concept-and-storyboard-art/mission-impossible-fallout/ 

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